domingo, 10 de octubre de 2010

Espérennos despiertos.

Afuera de mi cuarto es de día, adentro, de noche.
No se apaga la luz.
Nunca se prendió.
No tenemos rostros en la oscuridad.
Sólo sabemos que no estamos solos por la evidente orgía de gritos animales tratando, cada una, de ser recordado y borrar de la memoria al anterior.

No hay muchos registros.
No somos fotogénicos.
No tenemos fotos.
No podemos poner en imágenes las emociones que se reproducen a nuestro alrededor cuando finalmente plasmamos en cables, redondeles, hilitos y círculos de metal el mejor alimento que vamos a tener en toda la puta vida; y bajando los párpados lo confirmamos.
Por eso, lo hacemos en sonidos.

No podemos tocar de otra forma.
No podemos tocar quietos.
No podemos tocar responsablemente.
Y yo.
No puedo no gritar.